Autor: Gabriel Tomalá, estudiante del noveno semestre de la carrera Ciencias de la Comunicación de la USGP
Los miembros de la comunidad LGBTIQ+ en Latinoamérica suelen tener marcado un solo camino: traumas o a la muerte, porque a pesar de que ya no sea un delito declararse homosexual, esta minoría sigue siendo discriminada.
Una investigación de la ONG “Gay de Bahía”, organización no gubernamental que lucha por los derechos de la comunidad LGBTIQ+ refleja aquello.
En cifras alarmantes se evidencia que los crímenes contra este colectivo aumentaron unas 10 veces en los países de Latinoamérica. En México, 400 personas entre 1995 y 2005 perdieron su vida y en Honduras fueron 186 las personas fallecidas, entre 2009 y 2012.
En el caso de Brasil la situación empeora, siendo el país número uno en el mundo en casos de asesinatos y suicidios por causa de la discriminación, en el 2017 se presentaron 445 casos. En Ecuador la historia no es distinta.
Noviembre 25 de 1997, Ecuador daba uno de los pasos más importante en materia de derechos humanos.
La comunidad LGBTIQ+ tomaba un respiro de libertad, la homosexualidad ya no era un delito: las batidas, los golpes, la cárcel y las demás formas de humillación de la época, ya no eran permitidas.
La diversidad había ganado derrocando a los ocho años de condena máxima que sentenciaban a quienes eran ‘diferentes’.
Han pasado más de 20 años desde esa gran victoria, las leyes tuvieron un avance pero el pueblo ecuatoriano no.
Solo se ganó una batalla, continuaba el desafío de la visibilidad, la aceptación y la búsqueda del respeto por parte de una sociedad criada bajo duras normas clasistas, códigos machistas y androcentristas, denominada como ‘conservadora’.
En un estudio realizado por el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEC) se demostró que el 35% de las personas LGBTIQ+ encuestadas, estuvieron expuestas a gritos, insultos, amenazas y burlas, de estos casos 55,8% se dieron en espacios públicos.
Mientras que un 18% ha sufrido de golpes y violencia física; estos actos discriminatorios y violentos se han dado en un 65,6% en estos mismos espacios.
La visibilidad es un tema de agenda del colectivo de sexualidad diversa, Pedro Artieda Santacruz, periodista y escritor, hace hincapié en esta y la define como la necesidad de ocupar espacios desde del ocio, como bares y parques, hasta en el ambiente político como mesas de dialogo con autoridades de diferentes instancias de poder.
La visibilidad en Ecuador se logra o se ha logrado principalmente a través de demandas de reconocimientos de derechos por parte de colectivos organizados.
Sin embargo, es importante pensar que la visibilidad también se obtiene a través de acciones independientes de miembros de los colectivos LGBTIQ+ o de quienes los apoyan”, añade Artieda.
De esta visibilidad se ha adueñado Gaspar Voelcker, un estudiante guayaquileño de psicología apasionado por el arte y quien ha incursionado en el mundo del transformismo o ‘drag’. Él se identifica como Gaspar, pero cuando lleva puesta su peluca y maquillaje, es Susanax.
“No me puedo definir, porque no cumplo los parámetros para ser hombre o para ser mujer”, expresa Voelcker.
Gaspar tenía 16 años cuando le dijo a su madre que era homosexual, quien reaccinó echándolo de su hogar. La ‘aceptación’ llegó después, cuando Gaspi, como cariñosamente le dice su familia, le presentó a su pareja, en esta ocasión un hombre adinerado. Sorpresivamente su progenitora cambió de postura aceptando a su hijo.
A pesar del tiempo, su familia desconoce muchos aspectos de su vida. Como por ejemplo su pasión por el drag. “Esto no es algo únicamente artístico, se ha convertido en una declaración política” dice Gaspar, quien define esta acción de protesta como ‘artivismo’.
Esta actividad la realiza junto a su compañero de vida, Pablo Cruz, quien comparte el mismo concepto: la expresión de sus cuerpos y mentes para llevar un mensaje de cambio.
Ambos han sido víctimas de discriminación y violencia física, lo que les ha obligado a portar armas para defenderse en caso de un ataque.
“Un tipo con acento portugués se nos acercó en la 9 octubre a insultarnos a Pablo y a mi, nos enojamos y al responderle, me golpeó. Tratamos de defendernos pero él sacó un gas pimienta y luego huyó. Los municipales nos veían, se supone que deben defendernos pero nadie hizo nada, como siempre”, relata indignado Gaspar.
Pareciera que en una ciudad como Guayaquil, donde la inclusión y el apoyo al colectivo LGBTIQ+ se trata de mostrar con las luces del arcoíris en el monumento de Simón Bolívar y San Martín, no suceden este tipo de situaciones.
Pero La Perla se caracteriza por los criterios conservadores de sus autoridades, en donde el apoyo a minorías es solo una vil estrategia política para generar empatía.
“Sin duda hay un conservadurismo que aún no logra superarse. La homofobia está en el inconsciente de la sociedad, de la cultura, del estado. Este conservadurismo está ligado con el discurso judeocristiano que ha imperado en occidente desde la época de la conquista”, manifiesta Pedro Artieda.
Ser visible se ha convertido en la lucha más grande de este colectivo, donde sus derechos y libertades se han puesto en debate por dirigentes conservadores, violando descaradamente la dignidad humana de cada uno de los miembros de este cuerpo social.
Es probable que ni en cien años la sociedad logre comprender que la discriminación debe ser erradicada, pero igual de probable es que el colectivo LGBTTTIQ+, persista esos cien años luchando a favor de sus derechos.