Autor: Gabriel Tomalá, estudiante de la Carrera de Comunicación de la USGP
El camino empedrado se abre en medio de una flora frondosa verde brillante.
Las escasas casas de cañas y madera que se pintan en el del sendero reflejan la esencia de la cultura manabita, en una de ellas una mujer de piel morena y cabello negro lava almidón antes de guardarlo en sacos; a unos cuantos metros, más adelante, un hombre de avanzada edad acostado en su hamaca de yute me da los buenos días, se los devuelvo y en cuestión de segundos ya he llegado a mi destino.
Ante mis ojos se levanta el sitio El Limón, una pequeña comunidad rural del cantón Chone.
La escuela y la capilla, muy cerca una de la otra, se muestran como los puntos más importantes del sector.
No hay nadie en la calle de tierra y solo se escucha a lo lejos las voces de los niños en el centro educativo que se queda atrás mientras cruzo un pequeño puente que me dirige directamente a mi fuente.
Un cerco de caña guadua, el cual esquivo agachándome, resguarda la vivienda de Mary Vélez de 46 años.
Un turquesa vibrante, el cual forra la fachada de la casa, llenan mis pupilas, pintoresca susurro, acercándome hasta la puerta negra de metal, pero esta se abre antes de llegar y me muestra la figura de mi entrevistada.
Al interior del hogar, la decoración de temporada es evidente, guirnaldas verdes, amarillas y rojas recorren las paredes, las cuales sostienen retratos con fotos antiguas de la familia.
El árbol de Navidad descansa a lado de una de las ventanas, los colores navideños resaltan en las flores y bolas de plástico que sostiene este.
Mary se sienta, cruza las piernas, se coloca sus lentes y con voz amable me pregunta en qué puede ayudarme’’.
Lleva toda su vida en el mismo sitio, conoce a todos, y es miembro activo de la junta barrial. La Navidad la describe como una fecha para los niños, ya que el Fin de Año es para los adultos, aclara entre risas tapándose la boca.
A pesar del comentario, añade que la familia es lo más importante, la cual debe estar siempre reunida durante esas fiestas.
Mary es de esas personas que ama la Navidad, su entusiasmo al hablar la descubre, es una madre apegada a la religión católica y sus reglas.
Mientras tomo unas fotografías, se levanta, agacha y enciende el árbol, “para que se vea mejor”, comenta secándose el sudor de su frente el cual produce el clima en esta época del año debido a la humedad, regresa al sitio donde estaba y sigue hablando.
“Coloco el árbol a finales de noviembre y todos en casa ayudan a decorar hasta mi esposo”, ríe y continúa, “hacemos bastantes dulces y comemos chancho, aunque me cuesta tener despierto a los niños hasta las doce”, ríe una vez más y finaliza.
Al preguntar sobre las actividades en comunidad y la participación de sus vecinos, se encorva y alza los hombros, no todos quieren participar, responde con voz seria, “se ha perdido mucho la fe”.
Son de 15 a 20 personas los que participan en las novenas durante el mes de diciembre. Al hablar de villancicos, Mary recupera la pose, relata detalles de la organización del vecindario y acaba la entrevista.
Las navidades en El Limón guardan el concepto puro de tradición y familia, actividades como agasajos, pesebres vivientes, y el relato de los chigualos forman parte de esa cosmovisión rural de los manabitas.
Antes de salir de su hogar, me solicita que espere, Mary desaparece por unos instantes y regresa con una funda blanca, pesada al parecer.
“Unos mangos para usted, disfrútelos”, añade. Su gesto al igual que la historia que me ha contado, solo ratifica la nobleza y las costumbres que albergan las zonas rurales de nuestra provincia.